Viviendo deprisa

Sí, soy de pueblo. Y no se me caen los anillos al reconocerlo, ni me pesa haberme criado en una población que no alcanza los 3.000 habitantes.

La primera vez que viajé en Metro sola, sin un compañero en el que centrar mi mirada, descubrí que la persona situada frente a mí miraba fijamente mis zapatos. Bajé la vista para comprobar que todo estuviera bien, ninguna tara, ninguna mancha, todo correcto. Tras esto volví a mirar al frente y ahí seguían esos ojos, dirigidos hacia mis pies. Agaché la cabeza de nuevo mientras pensaba el porqué de que aquella mujer mirase tan fijamente mis zapatos. En mitad de este pensamiento me sorprendí con las pupilas clavadas en unos mocasines azules que la señora en cuestión llevaba. En ese momento comprendí que tal vez no sería tan difícil hacerme a la vida en Madrid, es más, que quizá, inconscientemente, ya estaba inmersa en ella.

La ciudad, en un primer momento, sorprende por su celeridad, por su grandiosidad, todo se magnifica, pero las distancias parecen empequeñecerse día a día, hasta que al fin uno se da cuenta de que forma parte de esa masa amorfa que el primer día pasaba arrolladora en cualquier dirección y, en mitad de la cual siempre parecía estorbar. Ahora son otros quienes se interponen en mi camino, quienes aún no saben que en las escaleras del Metro el lado izquierdo debe reservarse para quienes, como yo ahora, siempre vamos con prisas.

El único lugar de Madrid donde el tiempo parece ralentizarse es el metro, ahí uno tiene espacio para reflexionar, indagar en la vida del pasajero de al lado, imaginar cómo serán las cosas para éste o incluso que opinará esa persona sobre mí y demás elucubraciones mentales.

La vida adquiere un ritmo diferente en la ciudad y hay quien se ríe de la parsimonia que, en ocasiones, demostramos los que no pertenecemos, por naturaleza, a ella. Pero, ¿es que nadie para un segundo del día a reflexionar si la dirección que toma es la adecuada? O ¿quizá a nadie le gusta cruzarse con alguien conocido por la calle? Si esto es un defecto, entono el 'mea culpa' pero sí, soy de pueblo.