Noches de luna inquieta

Quiero decirte tantas cosas, que no sé por dónde empezar, con la terrible sensación de que ya es tarde para todo, para cualquier cosa.
No te voy a preguntar por qué te fuiste tan pronto, por qué no nos dejaste tiempo para despedirnos, aunque sabes que por dentro me repito esta pregunta a cada segundo.
No puedo aceptarlo, como todos los demás, pero intento, en la medida de lo posible, no juzgar lo que has hecho, no puedo permitírmelo siendo ésta tu última decisión y sabiendo que huiste siempre de ser juzgada por tus ideas y acciones...
Pero sí, te estoy escribiendo estas letras que nunca llegarás a leer, al menos no físicamente, porque no lo acepto, porque no me hago a la idea de que nunca más volveremos a ver esa sonrisa, esa que expresabas de verdad cuando querías contagiarnos tu optimismo. Porque no volveré a ver esos ojitos indagantes frente a mí, porque no volveré a escuchar ese "tengo mucho que contarte" o porque nunca volverás a llamarme "luna llena" y porque, irremediablemente, cada vez que mire al cielo me acordaré de ti y te veré, aquí abajo mirando en esa dirección, queriendo perderte entre las estrellas y, a la vez, te veré allá arriba, perdiéndote entre ellas y esperando que las hayas alcanzado.
Sabes que dejas un gran vacío entre nosotros y un dolor inmenso que nos va a costar mucho superar.
No quiero pensar en lo mucho que nos hemos perdido en este último año e intento guardar todos esos momentos que sí compartimos como un gran regalo del cielo, así que gracias por haber vivido y haber existido junto a nosotros, algo que seguirá siendo así aunque hayas decidido emprender este viaje.
Y no encuentro palabras para acabar esta carta, ni quiero encontrarlas porque no quiero despedirme, no quiero cerrar esto para siempre.
Solo espero que de tu intensa vida te hayas llevado una maleta llena de buenos momentos e intento creer que algún día nos volveremos a encontrar y tendrás mucho que enseñarme, y te veré con esa sonrisa, tranquila y tan guapa, que significará que todo esto ha merecido la pena y por fin encontraste esa paz y esa felicidad que tanto buscabas.
Siempre quisiste volar, ser libre y sentirte en el viento, en la naturaleza, que allá donde estés seas feliz y la media luna sea reflejo de tu sonrisa.
Perdóname, por favor, por haberme sentido tan enojada, por no entender, egoístamente, cómo pudiste hacernos esto, ahora estoy más tranquila y espero que tú también lo estés.
Te querré siempre y te echaré de menos.