DOBLE FILO

Me hubiera gustado que la siguiente entrada fuera más en la línea de la anterior porque ello significaría que no habría temas como este de los que hablar.

De todos es conocida la agresión de un individuo a una joven ecuatoriana en un tren de Barcelona. No me voy a referir a este hecho puntual, sino a todo lo que ha traido consigo. Porque parece ser que la opinión pública busca más culpables, además del indeseable que golpeó física y moralemente a una joven que ahora vive atemorizada.
Busca más culpables, como decía, y centra su atención en la tercera persona que viajaba en ese vagón de tren y que, fruto del azar, fue testigo de tan penosos hechos. Pues bien, este chico ha tenido que demandar al responsable o responsables de que su imagen saliera en el vídeo difundido con las imágenes de la agresión, ya que no para de recibir insultos por parte de vecinos y conocidos calificándolo, cuando menos, de cobarde.

Me gustaría que por un momento pensáramos en qué habría cambiado la situación si este desafortunado testigo se hubiera enfrentado al agresor y me gustaría también recordar un hecho cuyo trágico desenlace ocurría días más tarde en Valencia: un joven ve que otro increpa a su pareja en la calle, se acerca para defender a la víctima y recibe un puñetazo que le deja caer al suelo golpeando con éste su cabeza, tras siete días de hospitalización el joven de 24 años muere y el agresor, al igual que el anterior, sigue paseándose por las calles de su localidad.

Voy ahora a un caso más cercano, ocurrido a una persona de mi entorno, que observó cómo en un vehículo detenido en un semáforo, un hombre agredía a una mujer, la persona que lo ve para su coche al lado con ánimo de dirigirse al agresor, cuando éste lo advierte, sin dudarlo un segundo, baja del vehículo, se dirige al testigo y comienza a insultarlo y golpearlo, ya que tenía la ventanilla bajada, tras esto le amenaza diciendo que, si tiene huevos, lo denuncie.

¿No deberíamos quizá centrarnos en detener e imponer justas penas a los agresores, protegiendo así la seguridad de las víctimas directas o indirectas?
¿Hasta qué punto merece la pena arriesgar nuestra integridad física y psíquica denunciando a una persona que, a las dos horas, estará en "libertad con cargos"?
Quizá esta opinión pública de la que todos formamos parte deberíamos dejar de hacer juicios de valor y pedir que se aplique la ley o se endurezcan las penas a los organismos responsables.
Deberíamos quizá exigir mayor eficacia y garantías judiciales y menos peligrosa valentía a los ciudadanos de a pie.