Ley Antitabaco: sí, pero no

La ley antitabaco ha venido a sembrar más polémica y a avivar tensiones en una sociedad ya de por sí crispada por la situación de crisis y desesperación que está atravesando gran parte de la ciudadanía española.
 A pesar de ser una de las "beneficiadas" (si me puedo considerar así) por esta ley y de que llevaba años esperando que una normativa del estilo de las existentes en otros países se implantara en España, esta iniciativa, como muchas otras del Ejecutivo de Zapatero, llega mal y a destiempo.

Mal de momento porque ha supuesto, de facto, cuantiosas pérdidas de capital para aquellos que invirtieron, con la anterior normativa, para habilitar sus locales con espacios separados para fumadores y no fumadores. Mal también por el modo sancionador en el que cada uno puede convertirse en denunciante, siempre creí que había unas fuerzas del orden dedicadas a asegurar el cumplimiento de nuestros derechos y obligaciones.
Y a destiempo porque se ha realizado de manera atropellada y en un momento en el que el cotexto social y económico no hace que los ciudadanos centren su atención en el olor a tabaco, precisamente, sino en cómo llegar a fin de mes sin quedarnos sin cinturón al que hacer agujeros para ajustarlo cada día un poco más.

Es cierto que el hecho de estar en crisis no justifica que el Gobierno se desentienda del resto de sus responsabilidades, como puede ser el asunto de la salud pública, no obstante, el modo de proceder con la ejecución de la ley no deja de provocarme cierto tufillo a cortina de humo.
Ese que tanto molesta en los bares pero que tan bien viene para desviar la atención de los españolitos de a pie y que dejemos de hablar un poco de lo achuchada que está la cosa y discutamos sobre quién se ha visto más perjudicado, si el fumador pasivo que, como una servidora, ha tenido que tragar con el humo y los desagradables olores durante todos estos años atrás, o el fumador activo para el que reproducir su ritual casi se ha convertido, de la noche a la mañana, en una gincana en la que tiene que esquivar aledaños de parques infantiles, hospitales y otros obstáculos, bien armados con guantes y bufandas; además de soportar alguna que otra mirada que podría haber sido sacada de un capítulo de la inquisición. Y aún están por ver las pérdidas que esto pueda acarrear para los hosteleros.

Para los que, conociéndome, esteis leyendo estas letras, no os asusteis, sigo estando muy contenta con eso de no tener que aspirar malos humos en los espacios cerrados, de que mi ropa y mi pelo sigan oliendo a limpio después de estar en un pub, pero creo que las cosas se podrían haber hecho de otro modo y, como repite mi madre muy a menudo: "las cosas, o se hacen bien, o no se hacen".

Por tanto, ley antitabaco sí, pero no de esta manera.
Una buena medida habría sido dejar a los dueños de locales que habilitaron espacios bien diferenciados y acondicionados para fumadores, tener el merecido privilegio de continuar con ambos espacios, así como dar la posibilidad de habilitar salas aisladas para fumadores en el resto de locales.

De lo llamativo que me resulta que, por un lado se prohiba fumar en espacios cerrados, zonas de juegos para niños, etc. aludiendo al tema de la salud pública y que, por otro, se haya vuelto a permitir la venta de tabaco en establecimientos donde se prohibió con la anterior normativa, hablaremos otro día para no alimentar más hoy esta cortina de malos humos.

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