No hay crimen perfecto

Parece que el inculparse y "desinculparse" (si se me permite la expresión) ante el juez se está convirtiendo en el pan nuestro de cada día.
Lo veíamos hace pocas semanas en el juicio por la muerte de Marta del Castillo donde los imputados volvieron a cambiar su versión de los hechos por enésima vez, y lo hemos visto nuevamente esta semana en el juicio por la muerte de Mari Luz Cortés, donde el matrimonio Del Valle ha cambiado su narración de lo sucedido dificultando así un mínimo esclarecimiento de las tragedias que tuvieron lugar la noche del 24 de enero de 2009 y el 13 de enero de 2008 respectivamente.
Hechos como estos ponen de manifiesto la crueldad que puede llegar a tener el ser humano. Alimañas cuyo as bajo la manga no es otro que el de esconder la verdad a toda costa, quién sabe si para ocultar pruebas y que así su condena sea menor, para proteger a otro alguien o, simplemente, para divertirse mientras la opinión pública y el propio sistema judicial se sienten impotentes ante su actuación.
Día tras día asistimos indignados a escenas en las que los acusados llegan a las puertas de un juzgado escoltados mientras, con la cabeza bien alta, reciben insultos, abucheos y gritos de una población asqueada por la atrocidad cometida y por su posterior frialdad.
Día tras día contemplamos esas miradas desafiantes de quién se sabe fuerte, de quién parece estar disfrutando de esos minutos de gloria en televisión y que, quizá, siente haber nacido para representar el papel de villano.
La actitud de estos indeseables no encuentra calificativo alguno en el diccionario que se acerque a la repulsión que me provocan.
Efectivamente, tienen ese as bajo la manga, pero la justicia también guarda el suyo y es que, por el momento, no se ha demostrado que exista el crimen perfecto.
Tal vez sus días de gloria estén cercanos a dar paso a su mayor temor: el fracaso. Y ojalá que así sea.

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